Aprovechando el feriado largo del carnaval decidí ir en la búsqueda de la figurita difícil del ramal Buenos Aires-Rosario de la antigua Compañía General de Ferrocarriles en la Provincia de Buenos Aires (CGBA), empresa de capitales franco belgas que operó una red de ferrocarriles de trocha agosta durante el primer decenio del siglo pasado. La parada en cuestión se ubica a siete kilómetros de la ciudad de Pergamino, sobre la progresiva 257 del ramal principal, accediéndose a ella por un camino vecinal en mal estado de conservación. Se inauguró en 1908 y se desactivó durante 1977, siendo testigo del paso de su último tren mixto, el 18 de diciembre de 1976.
Su nombre recuerda a los tres soldados heroicos participantes de la hazaña de la Posta de Tambo Nuevo, el 24 de octubre de 1813. Allí José María Gómez, Santiago Albarracín y Juan Bautista Salazar, destacados de una partida de doce hombres al mando del Teniente Don Gregorio Aráoz de La Madrid, en medio de la noche sorprendieron a una guardia de doce soldados realistas, a los que rindieron y condujeron prisioneros ante su teniente que al frente del resto de la compañía pudo batir al conjunto de la escuadra española. Los tres soldados fueron conocidos posteriormente como los Tres Sargentos, nombre asignado a otra estación del mismo ramal.
Ese pequeño cartel es toda la información que alerta sobre el desvío que hay que tomar cuando circulamos por la provincial 32 para llegar a nuestro destino, ahora el próximo y más difícil paso es hallar la estación.
Recorridos unos cinco kilómetros y cuando el monte se hace más tupido, este conjunto de flores es la clave para hallar al minúsculo sendero que nos conduce hasta el edificio que se halla completamente devorado por un bosque desenfrenado que la hace completamente invisible desde el camino.
Este es el sendero que comunica el camino vecinal con el micromundo que rodea a la estación Tambo Nuevo de la CGBA. Desgraciadamente en torno al edificio nunca se consolidó pueblo alguno, ni siquiera un caserío rural disperso, tan solo se divisa alguna tranquera y ahora un descampado que anuncia que muy cerca pasará la futura autopista Buenos Aires-Pergamino.
La fachada sobre el camino vecinal, el espacio circundante y la cara que da al andén, todo cubierto o bordeado por una espesa floresta que impide atreverse más allá de sus dominios, tanto que resulta un imposible aventurarse a encontrar los nomencladores, si es que han resistido al asalto de los depredadores de siempre. Tampoco hay señales de las vías y menos de alguna otra infraestructura que pudiera haber completado el conjunto del predio.
Que podemos decir sobre el interior del edificio, primera impresión, se robaron todo!, perdón todo no, contabilicé tres clavos grandes, cuadro baldosas y cuatro azulejos que han resistido la plaga devastadora.
Segunda impresión, sigo sin entender que pasa por nuestras cabezas cunando vandalizamos un sitio que ha quedado fuera de uso, ya sea robando todo su contenido o pintando sobre sus paredes, estado ausente que se desentiende de sus obligaciones, gente amparada en la figura de un estado ausente, todo confluye en una misma dirección, la destrucción del patrimonio común, como si no entendiéramos que nos pertenece, que dañamos algo que nos pertenece.
Tambo Nuevo pasa a engrosar ese pequeño número de estaciones totalmente capturadas por una naturaleza sin control en un combate desigual contra la cultura del olvido y el desinterés.
Su nombre recuerda a los tres soldados heroicos participantes de la hazaña de la Posta de Tambo Nuevo, el 24 de octubre de 1813. Allí José María Gómez, Santiago Albarracín y Juan Bautista Salazar, destacados de una partida de doce hombres al mando del Teniente Don Gregorio Aráoz de La Madrid, en medio de la noche sorprendieron a una guardia de doce soldados realistas, a los que rindieron y condujeron prisioneros ante su teniente que al frente del resto de la compañía pudo batir al conjunto de la escuadra española. Los tres soldados fueron conocidos posteriormente como los Tres Sargentos, nombre asignado a otra estación del mismo ramal.
Ese pequeño cartel es toda la información que alerta sobre el desvío que hay que tomar cuando circulamos por la provincial 32 para llegar a nuestro destino, ahora el próximo y más difícil paso es hallar la estación.
Recorridos unos cinco kilómetros y cuando el monte se hace más tupido, este conjunto de flores es la clave para hallar al minúsculo sendero que nos conduce hasta el edificio que se halla completamente devorado por un bosque desenfrenado que la hace completamente invisible desde el camino.
Este es el sendero que comunica el camino vecinal con el micromundo que rodea a la estación Tambo Nuevo de la CGBA. Desgraciadamente en torno al edificio nunca se consolidó pueblo alguno, ni siquiera un caserío rural disperso, tan solo se divisa alguna tranquera y ahora un descampado que anuncia que muy cerca pasará la futura autopista Buenos Aires-Pergamino.
Segunda impresión, sigo sin entender que pasa por nuestras cabezas cunando vandalizamos un sitio que ha quedado fuera de uso, ya sea robando todo su contenido o pintando sobre sus paredes, estado ausente que se desentiende de sus obligaciones, gente amparada en la figura de un estado ausente, todo confluye en una misma dirección, la destrucción del patrimonio común, como si no entendiéramos que nos pertenece, que dañamos algo que nos pertenece.